Las historias son herramientas de comunicación muy potentes. Han sido la principal forma de transmisión de conocimientos durante siglos y crean muchas oportunidades de vinculación emocional.
El motivo es que cuando oímos una, nuestro inconsciente no puede evitar imaginarnos como protagonistas de la misma. Eso sirve para que tu interlocutor se sienta más identificado contigo.
De la misma forma que es bueno tener un listado de temas de actualidad, también lo es tener un repertorio de historias. A medida que vayas usándolas verás cuáles son más interesantes, cuáles más divertidas y cuáles debes descartar.
⦁ Cuando sea tu turno en una conversación, no respondas sólo con “A mí también me gusta salir a correr”. Cuenta alguna historia tuya relacionada. “A mí también me gusta salir a correr. Menos cuando tengo un león detrás, como en mi último viaje a Kenia.”
⦁ Convierte tus preguntas en historias. Si empiezas hablando del tiempo puedes continuar preguntando por una historia al respecto: “Mañana dicen que lloverá a cántaros. ¿Cuál es el mayor diluvio que has vivido?”
Hablar de unos zapatos no es interesante. Es la historia detrás de los zapatos lo que puede ser fascinante.
Información tomada de habilidad social